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Mostrando entradas de abril, 2024
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PUNTIZONES Y CORONDELES Tendida en el sofá, sesteando, reparé distraída en mi escritorio. Al instante, me sentí observaba por  mis cuadernos de gusanillos,  cuadernos de notas,  folios,  libretas de tapa dura,  de tapa blanda,  de cuero,  folios,  cuartillas,  cuadernos de bolsillo,  agendas,  diarios,  notas en el móvil,  Microsoft Word abierto en la pantalla del ordenador…   El sopor me venció pronto. Un profundo sueño me transformó en una mujer del siglo XVII. No sabía leer ni escribir. Lo más cerca que estuve de algo que tuviera que ver con ello, fue seleccionando borra de tela usada para fabricar papel de trapo con sus puntizones y corondeles.  Al despertar tenía la boca seca. Tuve que abrir y cerrar varias veces los ojos y acercarme hasta el escritorio,  pulsar el teclado del ordenador para que se encendiera la pantalla,  ojear mis cuadernos,  escribir en mi agenda,  ordenar los folios,  revisar en el móvil mis notas,  abrir el libro de cuentos del atril de sobremesa y comprobar
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ENTRE MARES   Desde que recuerdas, el mar está en tu vida. Tu abuelo te lo regala. Cuando la faena se lo permite, y la flota se queda amarrada, si el mar está en calma, te sube a su pequeña embarcación de madera algo desconchada, para enseñarte la playa desde el otro lado del espejo.  En la proa de su viejo cascarón pintado de azul y blanco, él mismo escribió a pulso, con letra cursiva, el nombre de tu abuela, el mismo que el tuyo, Marisol.             —¡Abuelito, llévame más lejos! —Bernardo, hombre de pocas palabras, serio como un viernes santo, sonríe, más por dentro que por fuera, y complacido, se adentra, solo un poco más, para tu felicidad. Cuando navegas con él, se siente el hombre más afortunado desde uno al otro confín de la mar. Alardea de pilotar la nave mejor engalanada, presumiendo de poseer el más bello mascarón de proa tallado en carne y hueso y ornamentado con su propia sangre. A vuestro regreso tendrá que aguantar las mismas reprimendas tras cada travesía. Tu abuela y
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ALTAS HORAS   De vez en cuando, cual aprendiz de hechicera de palabras, te despiertas a esa hora maldita en que el sueño te debiera cubrir con su manto, pero el embrujo puja por salir a escena, sin que puedas hacer nada para evitarlo.              Si alguna vez fueron tentados por el hechizo de crear algo de la nada, comprenderán qué te pasa.   Al comienzo, se te presentan ordenadas, acompasadas, agrupándose en ideas perfectamente separadas. En fila, una tras otra, cada una en su renglón de la cuartilla. Todas esperan ser vistas. Todas quieren ser contadas. Es ahora o nunca. Así, serenas, crees que cuando despiertes podrás recordarlas. Puedes controlarlas. Partes confiada con tu nave, te acompaña la bonanza.   La fila comienza a desdibujarse. Algunas palabras intentan colarse, cambiarse de sitio. Ya no sabes cuál fue la primera. “¿Había dos o eran tres?” “Tal vez fueran cuatro.” Te olvidas de alguna. Sin que te des cuenta se han puesto bulliciosas. Comienzan a mezclarse. Reclaman tu at