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Mostrando entradas de diciembre, 2023
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LA CESTA. Recuerdo lo que sentí cuando llegó la cesta de Navidad.               Iba al colegio junto a mis hermanos contando los días que faltaban para las vacaciones.             —Mamá, ¿cuándo llega la cesta de Navidad?          —Cualquier día de esta semana, Lucía, cuando volváis del colegio, estará en casa — me respondía de nuevo, enternecida y contagiada por tanta ilusión.             —¡Maña! ¡Pareces el día de la marmota! —decía Chencho, mi hermano mayor.              Era jueves, el cielo color panza de burra, anunciaba la primera nevada. A la vuelta del colegio, como me dijo mamá, la sorpresa esperada nos aguardaba. Radiante, iluminaba la estancia.             Los saltos, gritos de alegría y ojos brillantes no se hicieron esperar. Los cinco corrimos hacia ella atraídos como por un imán. Desbordábamos ilusión.             —¡Cuidado! ¡No vayáis a tirarla! –alarmada pero sonriente, gritó mamá–.             La cesta de dos pisos estaba a rebosar. La boca se me hacía agua. Impaciente
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LUZ QUE BRILLA. Como padres, desean que Julia encuentre su camino. Desde que la apoyaron en su elección de carrera, hacen lo que pueden porque brille su estrella. La semana anterior también madrugaron para hacer el mismo recorrido. La acompañaron a la facultad de Bellas Artes para ayudarla a llevar tres lienzos pintados para su entrega. En ellos, como en obras anteriores, muestra el tema del tránsito de su niñez hacia la vida adulta. Por el camino, para no perderse, en todas ha dejado un rastro de estrellas. Estos asimismo están salpicados por ellas. Los tres juntos superan las ochenta figuras requeridas para la tarea. El final del primer cuatrimestre apremia. Aprovechan la disponibilidad de ambos, él de vacaciones unos días de diciembre, ella jubilada, para ayudarla a cargar sus entregas y recogidas más grandes de estas fechas, a la ida y a la vuelta.             Es su último año de carrera. Julia desde el comienzo, recorre el camino entre su casa y la facultad, usando el transporte p
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CON TINTA DE SUEÑOS.    Cuando era niña, Carmenta disfrutaba haciendo los escolares ejercicios de la pizarra de Lengua, en el parvulario de monjas de la plaza Carmen Abela.    Empezaba a escribir sin darse cuenta. El olvido, cubrió con un pesado manto su recreo. El tiempo hizo su trabajo. De aquella oruga nada rolliza, vergonzosa y tímida, emergió una mariposa de brillantes alas. Primaveras después, batiéndolas briosa, decidió abandonar el nimio vuelo sobre las pequeñas flores del arcén, adentrándose a lo lejos, allí donde nace el susurro del viento. Buscaba el murmullo adormecido de las palabras, para despertar sus infantiles anhelos.      María José Aguayo Carnerero  
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FACTURA DE VIDA. Ese otoño fue lluvioso. Un día, un aguacero estropeó el timbre de casa, lo dejó cortocircuitado sonando sin descanso. Esperaba la llamada del electricista que avisé para que lo arreglara. El teléfono sonó. —¡Hola, hija! ¿Cómo estás? —No era la llamada esperada. —¡Hola, papá! Por aquí bien ¿Y vosotros? —Bien también. Quería comentarte algo. –No adiviné nada diferente en el  habitual tono paternal–. —Dime —me mostré interesada. —Tu madre y yo hemos pensado comprar un piso en Marbella. ¿Qué te  parece? –Mi semblante mudó en fracción de segundos haciendo un recorrido veloz desde la expresión normal a la de sorpresa, desembocando en tremenda alegría–. Con una enorme sonrisa alzando la voz le pregunté:      —¿Cómo dices? ¿Que vais a comprar un piso en Marbella? —repetí para asegurarme que era cierto lo que había oído.     —Eso hemos pensado. ¿Nos ayudarías a buscarlo? –Nunca hubiera podido adivinar el encargo–. Me apetecía mucho ayudarles y que la
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VIDA ROTA. Carmen era una mujer enérgica y eficiente.  Cortó toda relación con su familia, alquiló su casa y se mudó a otra localidad para alejarse del clan por completo. Se dedicaba a limpiar las casas de los demás por horas.             Mencía la había contratado para realizar las labores domésticas de su hogar tres días a la semana. Vivía en una urbanización cerrada de grandes casas pareadas. Se la había recomendado su amiga Alejandra, quien la había llamado para trabajar puntualmente en su casa para algunas labores de limpieza más intensas.             —Es muy trabajadora. Es una máquina, no para. Carmen es quien necesitas —le había dicho Alejandra.             Desde el principio, Mencía le dio la llave de su casa. No tardó en comprobar que la información de su amiga era cierta –trabajaba bien y el tiempo le cundía–. Empezó a pedirle a Carmen que hiciera algunas comidas. Como se le daba bien, también delegó en ella la labor de cocinar. Al poco tiempo limpiaba, planchaba y cocinaba.
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QUÉDATE A MI LADO.   Las cuatro amigas estaban en el soleado patio rodeado de pórticos de la Mezquita, cuando Cristina desinhibida, llama su atención y les habla: —¡Oye, aquí ya no vale decir más me da igual! Venimos al viaje sin nada preparado, a ver qué lugares vamos a poder visitar ahora. –Exdirectora de Escuela de Idiomas, con dotes de mando acostumbrada a organizarlo todo, se lamenta de la escasa planificación de actividades del viaje.  En sus mensajes por el móvil, solo habían acordado el destino, la compra de billetes de tren, el alquiler del apartamento turístico, la reserva en el restaurante para el almuerzo del día de llegada y la de la cena de despedida de los dos días que iban a encontrarse las cuatro en Córdoba, estos dos últimos, sin manifiesta opinión de todas hacia los restaurantes escogidos, solo Eugenia, aliviada por no tener que decidir, opinó cuando Cristina planteó el tema de reservas para las comidas y Violeta contestó proponiendo dos restaurantes de las listas qu