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Mostrando entradas de octubre, 2023
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  “¡MARDITO ROEDORE…!”       Nací en la Ciudad Soñada, en los años sesenta del siglo pasado, en una casa de la calle Rosario, unas puertas más arriba de la casa de mis abuelos maternos, abuelito José y abuelita Esperanza, ambos sevillanos. Sus balcones y ventanas miraban a la profunda garganta, donde con su vuelo bajo y el estruendo de sus graznidos, los negros grajos con la precisión de un barómetro anunciaban el cambio del tiempo.  Al poco, nos trasladamos al número 78 de la comercial y muy transitada Calle La Bola, frente al cine Tajo Cinema, a una casa cuya entrada nos atraía de manera irresistible a sus pequeños habitantes, de tal forma que íbamos y veníamos frecuentemente con sigilosos y apresurados pasos. Junto al portal de la vivienda, se encontraba el pequeño local impregnado de olor a betún y cola, repleto de todo tipo de calzado, que nuestro padre le tenía alquilado a Juanito el zapatero, al que con frecuencia le costaba un buen rato, dar con el par de zapatos solicitados en
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El ENCUENTRO.                              Comienzo una nueva etapa que implica grandes cambios. Sus consecuencias son inmediatas. En casa, tendré que aprender a conciliar a diario el ritmo piano de mi nueva vida con el ritmo presto con el que continúan las suyas, mi marido y mi hija. Me gustaría hablarlo con mi hermana. No podré hacerlo. Mi primer día en solitario, me pongo manos a la obra para empezar a afrontar esta etapa con una tarea engorrosa y larga, organizar el sótano de casa. Aunque es parte de la vivienda, a penas paro en él. Prefiero el contacto con la luz, la proximidad al jardín. Necesito claridad en mi vida, si proviene del sol, mejor. Con esta tarea intento llenar el vacío diario después de treinta y siete años activa, dedicada a la enseñanza, al tiempo que busco sumergida entre montañas de cosas, la respuesta a la insistente pregunta: –¿Y a qué te dedicarás ahora? En las caras de quienes me lo preguntaron en los meses anteriores al retiro, cuando estaba centrada en ir
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FUERA DE CÁMARA. La primavera estaba recién comenzaba. Hacía calor. Volvías a pisar las calles dispuesto a ampliar la colección de fotografías urbanas para el tour virtual por la ciudad que tus nuevos clientes te habían encargado. Tenías una idea clara de lo que necesitabas y dónde dirigirte para localizarlas –eso te ahorraría tiempo–. Hoy acabarías el reportaje. Después debías seleccionar las fotos, la tarea más larga; editarlas y montarlas en el álbum digital de tu portfolio para acabar el trabajo a tiempo con la factura de presentación impecable que te caracterizaba con la que habías conseguido labrarte un nombre entre los fotógrafos más cotizados del país. Cogiste tu mochila verde impermeable y te ajustaste sus anchas y acolchadas correas sobre los hombros. Tenías que sentirte cómodo con ella, debías cargarla buena parte de la mañana y moverte con seguridad de llevar bien protegido tu costoso equipo por el centro de la bulliciosa ciudad. La noche anterior –como acostumbrabas– la pr
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DENTRO DEL ESPEJO.   En casa, además de los espejos propios de baño, tenemos algún otro de tipo decorativo.  Con ellos , se pueden crear ilusiones ópticas interesantes. Por ejemplo, el reflejo infinito, que es el reflejo multiplicado del mismo objeto cuando se ponen dos espejos de frente.   A mi padre le gusta mirarse en el espejo o en cualquier superficie que refleje su imagen. A menudo lo hace mientras habla en la cocina frente al cristal de la puerta del microondas, situado en alto en la torre encima del horno.  Yo también lo hago. Lo veo normal. ¿Tanto nos parecemos? Mi madre, alguna vez que nos ha visto hacerlo en ese marco culinario, se ha reído de nuestras poses frente a nuestro reflejo. Ella no sabe lo que pensamos mientras nos miramos. Qué sabe nadie lo que piensa alguien mientras ve su imagen reflejada en una superficie. Por su mente puede estar proyectándose toda una película, según el momento o cómo haya ido el día, según haya dormido, si se mira recién levantada.   Al espe
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OTOÑO GRIS PIEDRA. Tu corazón se endurece con la llegada del otoño, cuando recuerdas. Tras años de intentos fallidos por salvar la vida en común junto a ella, se te escapó sin remedio como agua entre los dedos.   Te habías resistido a que se marchase repitiendo manidas e ineficaces estrategias. Cansada de esperar que decidieras conectar con ella, que te abrieras, al fin reunió fuerzas y decidió marcharse antes de estancarse y convertirse como tú, en sustancia orgánica muerta, quedando su corazón como el tuyo, tallado en roca caliza.    Cada otoño revives la misma frustración. Siempre alerta, con tu desconfianza y distancia, cerraste tu corazón impidiéndole el acceso a ella. Refugiado en quehaceres inacabables, defensor acérrimo de tu independencia, escondiste tu fragilidad escogiendo la distancia como compañera y así te fuiste alejando de ella.   Huyendo de revivir el dolor por el desencuentro materno en tu infancia, evitabas exponerte a la intimad de tus emociones y las de ella, arras
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ÁLBUM DE SUEÑOS. María no tiene tiempo que perder. El último tren a Florencia saldrá en dos horas. Su casa frente a la estación le coge de paso.  En la cola en el andén de Termini, con su billete en la mano, espera para subir a su vagón mientras repasa mentalmente si metió todo lo necesario en su maleta. Le esperan días movidos: entrevistas, horas de cine, ensayos y gala de entrega de premios.   Hacer el equipaje ha sido complicado. Al vestuario formal pero desenfadado se le suman varios modelos de eventos con sus correspondientes complementos: pendientes, collares, sortijas, relojes, gafas de sol, zapatos y bolsos a juego. En la hora y media de viaje repasará las palabras de presentación del corto, Á lbum de sueños, con el que se ha presentado al Festival de Florencia y en el que ha conseguido el Premio del Público en la categoría de ficción. Tendrá que pasar por la peluquería cuando llegue. Cambiarse de ropa y no olvidar coger su maletín del portátil con los documentos y fotografías
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DOCTOR CONCIENCIA. Me falta el aire, me desmayo. Parte de mi propia vida este verano se va con ella.  Se va mi madre; mujer, abuela, hermana, amiga. Ya no volverá.   Tras la sentencia, un rosario de penitencias infructuosas acaba postrándola encogida en cama, convertida en una muda muñeca de trapo adormecida. En apenas unos meses, casi no hay transición. Arribando atropellada, sin tregua, la necesidad de hacer frente a los últimos cuidados paliativos.    Llegado el momento, sintiendo su insoportable inquietud, pido al doctor en repetidas ocasiones, que alivie su agonía. Él con delicadeza, me explica que hay que dejarla partir permitiéndole tomar conciencia de la compañía y del amor de quienes esperamos junto a ella. Yo solo quiero evitarle agonía y no lo entiendo. Injustamente le apodo doctor conciencia.   De su mano aprendí a andar, hundí mis huellas en la arena de la playa buscando conchas, levantando castillos; me agarré llorando cuando el practicante siendo niña, venía a casa a pin