Entradas

Imagen
SOLO TRES COSAS La lista es pequeña. Solo vas por tres cosas. No tardarás. Lo que quepa en la bolsa de tela que llevas en el bolso para reducir el uso de plásticos.   En el hipermercado, con la cesta de ruedas para poca compra, caminas hacia los refrigeradores del fondo, buscas los champiñones laminados. Después irás por la pasta para preparar ensaladas frescas:                   Tiburón                   Pajaritas con vegetales                   Hélices multivegetales   En la calle de las salsas cogerás:                   Crema al vinagre balsámico de Módena                   Mostaza a la miel   Varios:                   Nata para cocinar                   Canónigos                   Queso en dados   Y te irás.   En tu rutinario recorrido, te descentras. La mirada se te desvía hacia una isla de artículos, la que limita al sur con los frutos secos en sus diferentes clases y empaquetados, al este con los productos que prometen hacerte sentir bien, los dietéticos, al oeste con las azufra
Imagen
ASFIXIANTE BELLEZA Por la mañana, el móvil suspendido se acuna despacio, apenas suena. Con la caída del sol se reanima. Su tintineante son de campanillas convoca a la tristeza de los ángeles. Cortacéspedes broncos alisan las tupidas alfombras verdes, incesantes chicharras les vitorean. El jardín desahuciado preserva el nimio frescor del riego nocturno. El tórrido bochorno lo engulle con grandes sorbos de borracho. Ineludibles toldos, sombrillas, estores nublan espacios ardientes. El ornamento cambiado, el nuevo orden del color, de los objetos, invitan a abandonarse al solaz veraniego. En la solana, los molinillos giran sosegados. Recargan. Al atardecer, rolando briosos alientan a los habitantes de la casa a salir de sus sombreados escondrijos, a respirar aliviados el espejismo de aires más frescos. Este grito agónico de ritmo lento y repetitivo, esta no historia sincopada, está compuesta con las sílabas sostenidas y el vibrato de unas cuerdas de guitarra  de un blues de fondo. María Jo
Imagen
FLOR DE TIARÉ   En medio de una noche cuajada de estrellas, un arranque de ira empuja al tiránico y cruento dios Oro a abandonar a su mujer y hacer una escapada a la Tierra.              Persigue embriagado, un aroma combinado de frutos rojos, flor de naranjo y jazmín blanco. Emana de una humilde choza de bambú. Cauteloso, accede al interior por su puerta entreabierta.              Tendida boca abajo, desnuda, sobre un lecho a ras de suelo cubierto de lino blanco, encuentra a una bella nativa sumida en un profundo sueño, con respiración acompasada y serena. Su cuerpo sensual, de atezada piel, muestra los restos blancos de sal aferrados a su fino vello.             En su sedoso cabello negro, largo hasta la cintura, que cae sobre su cara ocultando sus hermosas facciones, tiene prendida una flor de tiaré que en la penumbra de la estancia brilla como el reflejo de la luna en el agua.             Su pareo húmedo cubre ondeante el vano de la ventana por donde se cuela suave, la mágica brisa
Imagen
HERMANOS Antes de que los humanos okupemos la playa, las voraces gaviotas bailan sobre sus arenas, estampando sus tres dedos en la cálida alfombra granulada. Quizás un Cha cha cha, por lo próximo de sus pisadas. Racheados pasos de hermanos, buhoneros del continente cercano, los borran con sus pesadas cargas a los hombros, durante el fatigado ir y venir de sus pies cansados. María José Aguayo
Imagen
EL IMPERIO DE LAS FLORES Cuando accedieron al gobierno las seis ilustres ancianas: Jahzara, Emma, Aiko, Sofía, Aarani y Episteme, la Tierra estaba malherida. Su sagrada misión, sanarla. Enseñaron a cultivar con esmero las exclusivas flores en sus lejanos continentes. Mimaron a sus mujeres como a su flora. Avivaron su unión, conscientes de que su poder transformador era el remedio para preservar la vida en la Tierra.    María José Aguayo
Imagen
ALELUYA Con suaves acordes acariciando tus cascos, corres por las húmedas aceras. La mañana de abril está abriendo. Deshilachadas nubes, como borras de goma en la mesa de un colegio, se apartan en el cielo. Despejan el camino al sol para que derrame su brillo, sobre el azahar de los naranjos y el verdor de los parques. Haces de luz revelan motas invisibles de polen en el aire. Acompasada, respiras primavera.  María José Aguayo
Imagen
ARCHIVO NO EDITABLE   Esperas a que uno de los dos cubículos quede libre. Entiendes lo que se cuece dentro. A sus ocupantes les llevará un rato. Cuando te llegue el turno sabes que también tardarás. Antes de entrar ya estás sudando, y eso que el verano, por ahora, está sosegado. La dueña actúa rápida al verte con la cara brillante agitando rápido el abanico, pulsa el botón de encendido del aire acondicionado, aunque permanece abierta la puerta de la pequeña tienda.    Ya estás dentro. Tras la gruesa cortina de terciopelo color buganvilla, 90 x 90 centímetros aproximados —más menos que más—, resultan escasos para realizar demasiados movimientos con los brazos, encorvarte, redondearte, estirarte, agacharte y levantarte un montón de veces casi como en una de tus sesiones de pilates.             Sobre un colorido taburete de patas blancas tapizado con estampaciones de cachemir y flores, te espera una montonera enmarañada de conjuntos de dos piezas, a pesar de eliminar posibilidades —sabes