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  DONDE EL DESEO VIAJA EN ASCENSORES   — ¡Para! ¡Espera! ¡He oído algo! ¿Tú no?  —Doy un respingo al tiempo que acercas mi cara —retirada a toda prisa— hacia la tuya con una leve presión en la nuca. Tus labios buscan recuperar el beso interrumpido, pero ya no estoy tranquila. Las alarmas han saltado, me roban la calma que necesito para abandonarme a nuestras furtivas escaramuzas en este espacio reducido, en el que, en cualquier momento, podemos cruzarnos con alguien de mi familia o el resto de los vecinos de la vivienda.             Corrían los años 70 y, al caer la noche, solíamos dejar las huellas de nuestro deseo flotando en el cubículo azul del ascensor del bloque donde vivía, como resultado de nuestras inacabadas despedidas.             Su recorrido era corto, tres plantas de subida y bajada, pero nosotros lo que requeríamos de él no era su mov...
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DÍA DE LA MADRE Los días de la madre giran y giran cada año,  el primer domingo de mayo. Mi fijo y mi móvil continuarán también grabados en sus agendas  como yo conservo el tuyo. ¿A dónde irán las llamadas que no podemos hacer? —Hola, mamá: ¡Muchas Felicidades! Algún día, quizás, ellos también tendrán hijos que les regalen flores  y que sigan dando vueltas mientras giran las estaciones. Cautivos en el carrusel del tiempo,  como tú, como yo, como ellos,  persiguirán sus sueños.  María José Aguayo
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  TÚ Y YO                                                                                                                                                                                                                       Un pájaro en el horizonte, posado sobre una valla                   ...
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EL RAPTO    ¡Corre! ¡Date prisa! ¡Quizás la esquives! Por el tragaluz de la escalera la sigue implacable hasta el dormitorio.  Temblorosa oculta su brillo bajo la ropa de cama, pero la oscuridad la descubre como ya hizo con tantas. Tras los vidrios del portón de la terraza, la acecha insistente. Entre las dos: un visillo, una descalzadora, el edredón, su pijama. Puede sentir su aliento gélido en el cuello. Como un imán la atrapa. «¿Cuándo poseerá la noche suficientes estrellas para su mantilla plateada?»    María José Aguayo   Imagen Etsy.com
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EL DESHIELO Y el brazo se enfría, se encoge, no arranca. Le asusta el resplandor blanco, hostil de la hoja lejana que no alcanza a atrapar los murmullos de su alma reteniendo la memoria ebria de sencillas historias, de nostalgia dorada, donde a ratos fue feliz, a ratos desdichada mientras el deshielo chorreaba por un inmenso prado lleno de sueños, por un inmenso prado llenos de esperanzas. María José Aguayo
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TIEMPO Y SILENCIO     Me he despertado varias veces durante la noche. Tengo que madrugar. No uso despertador. He cogido la costumbre de pedir que me despierten a las ánimas benditas. Necesito amanecer a las 08:10. Al acostarme, como primicia, parece que tengo claro el tiempo preciso para levantarme, desayunar, arreglarme, aparcar, acudir y coger el metro, y llegar al punto de encuentro a tiempo, a las 10:10, desde el Aljarafe hasta la ciudad. Llego con cuarenta minutos de adelanto. Mi previsión es desacertada. La mañana es fresca, pero vengo preparada con una prenda de abrigo que calienta bastante. También pesa. Se me estremece el ánimo al escuchar el graznido de gaviotas que me sobrevuelan. Tenso el cuello hacia arriba para tocar con la mirada el cielo consciente de la imposibilidad de mi deseo. Hoy las palomas de Puerta de Jerez me han sonado a gavias. El entorno es bello, pero no adecuado para ellas. El agua más cercana no es salada. Rechazo la invitación a quedarme varada ...
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ES LA HORA   El día será todavía más largo que el de solsticio de verano. El crepúsculo a pesar del retraso llegará, sumiendo a Soledad en el más oscuro desconsuelo.  El calor del sol de mediodía desborda el abatimiento causado por la llamada telefónica. Al colgar, se siente la persona más vulnerable sobre la tierra. Ni siquiera es consciente de que Sam, su incondicional compañero, con gemidos sordos, le acompaña. No la abandonará. La protegerá como lo lleva haciendo desde que Alberto, su marido, lo trajo a casa junto al ramo de flores, hace diez años, por su aniversario. Su noble perro también hizo una promesa. A pesar del golpe de calor, se le hiela la sangre, quedando expuesta a su suerte. Imposible calcular sus tremendas secuelas.              Sus admiradas “nomeolvides”, hoy le parecen flores tristes de papel, sin olor, ajenas, como una niebla pesada de nubecillas bajas que se aferran a sus piernas intentand...