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Mostrando entradas de agosto, 2023
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  DIEZ DÍAS Y NUEVE NOCHES.    Superado el puente de agosto, en cuanto atiendo asuntos caseros tras mis vacaciones familiares de julio en Marbella, acepto encantada la invitación de Diego que me pregunta cuándo voy y me recuerda por WhatsApp que Pili y él me están esperando en su casa de Los Caños. Necesito socializar y escapar del agostado letargo veraniego en la urbanización que impregna todo de una quietud espesa, de una agotadora siesta de difícil despertar, empapada de sudor por el ardiente fuego sevillano.         Deseando el reencuentro con mi amiga a la que echo mucho de menos, dispongo el equipaje para mostrarme lo más mimetizada posible con el rincón más hippie de la costa gaditana.        Ya conozco la bonita casa de madera con su tejado a dos aguas y su acogedor porche. Hacia poniente campo, hacia levante monte, mar de pinos, todo un parque natural, el de la Breña y las marismas de Barbate, con su Torre del Tajo en el punto más alto del acantilado, vigilante durante siglos
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  AMANECE EN LA CIUDAD SOÑADA.   En la garganta de la ciudad soñada, el amanecer derrama su luz, resbalándose de manera pausada, sobre un horizonte de vetustas olas azules fosilizadas.  Viejos molinos de harina y aceite renacen con la aurora. Los campos de labor reverdecidos por el alba se afanan.  La oscuridad del abismo desaparece con el despertar de sus rocas doradas. Microrrelato seleccionado en el VII Concurso Internacional "Escritores al Alba" de la Editorial Diversidad Literaria  Fotografía 1 de Ana Laguna, vía Facebook, grupo: Ronda diario y su Serranía. Fotografía 2 de Carmen Cantos Ríos, vía Facebook, grupo: Ronda a diario y su Serranía.
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UN CORTIJO JUNTO AL MAR. Con reservas y expectante, sin referencias del lugar, presuponiendo algo de impostada grandilocuencia, acudo al encuentro, al día siguiente hasta la alquería.  Había estado buscando alojamiento infructuosamente por internet toda la tarde. Rayando el sol, a la desesperada, marqué su número en el móvil.  Aunque impelida por la premura de la fecha en pleno corazón de alta temporada veraniega, sin ningún otro tren al que enganchar, declino cansada esta última opción, a pesar de tener disponibilidad. Él insiste en que lo piense y lo vuelva a llamar. Lo pienso pero no me decido.    Jorge en un principio, después siempre George, con el cielo ya oscurecido, me llama. Me cuenta rápido, convenciéndome, que no dispongo solo de una habitación, como me ofreció en la conversación anterior, en este momento pone a mi disposición, toda un ala del cortijo, prefiere ocuparlo ante la inesperada anulación de reserva, bajando el precio inicial, facilitando el pago, ahora solo me ent
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LA MALA HIERBA.   Se la encontró durante su paseo del domingo por la calle principal de la recoleta ciudad. Con expresión desmedida de alegría, después de disimular que la había visto, se paró a saludarla, acercándose lo justo para aproximar su rostro haciendo como que le daba ambos besos a cada lado de la cara soltándolos perdidos en el aire, sin modificar un ápice la forma de sus labios, separándose dando un respingo, mientras se alisaba el vestido y se atusaba el pelo.  La conocía desde pequeña. Compartieron uniforme, espacios de paseo, cines y algún baile. Como cada vez que se veían, la sometió al implacable reconocimiento integral, al igual que hacía con ella su dominante madre, en la puerta de casa siempre que salía.  El recorrido de su mirada iba de orden ascendente a descendente, de la cabeza a los pies. Le delataban pequeñas expresiones de su rostro que iban desde la complacencia al desprecio, pasando por todos sus matices. No se molestaba en disimular, calificando según crite
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      DETALLES PASAJEROS.   Hice esta foto hace unos cinco años. Pertenece a las coleccionadas en un abultado álbum. Bonita como la mayor parte de ellas. En una primera mirada pienso en mi relación con la naturaleza. Siempre he interactuado mejor con la flora, que con la fauna, existiendo con los miembros de esta, lo que podríamos calificar como innegables diferencias irreconciliables por ambas partes.    Recuerdo que en aquel principio de diciembre, mi intención fue contribuir con un detalle sencillo, al bienestar de quienes cada jornada escolar transitábamos el pasillo continuamente a la carrera, que nos alegrara la vista y las ganas y nos invitara a sosegar nuestras prisas, deteniendo nuestra mirada en ellas, como un imán de atención plena, a la vez que amadrinaba uno de los ventanales huérfanos de vida y alegría, a pesar del luminoso espacio que nos brindaban.  En Japón, el ciclamen es la flor sagrada del amor. Cuando las escogí no lo sabía. La combinación de sus vistosos y alegres
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      OLA DE CALOR.   Me despierta la pujante luz de un nuevo día entrando por los balcones abiertos de mi habitación tamizada por la mosquitera inmóvil, arañando mi cara.  Se repite una vez más este triple calor, la primera sensación de la mañana junto a la alarma estridente del canto de las chicharras.   El calor se hace obvio en el movimiento circular del ventilador que continúa incesante tras toda la noche girando afanado en remover un aire inerte. Promete con su desplazamiento constante la quimera de un paisaje fresco que hoy tampoco trasciende. Empiezo a moverme permaneciendo quieta, con desplazamiento pausado para no disipar temprano la humedad de mi presencia. Mi piel va tomando conciencia del calor con el roce caliente de las sábanas como recién planchadas, con mis pisadas sobre un mármol radiante que templa el camisón caído a los pies de la cama. En la terraza, aguarda la sombrilla a ser desplegada para estancar sobre su apagada lona la cegante luminaria que nos someterá desd
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FIESTA CAMPERA. Más o menos un año después del confinamiento, en junio de 2021, las integrantes por entonces del grupo Mandala, fuimos convocadas por nuestra querida amiga y compañera a celebrar un encuentro en Llerena, Badajoz, por su reciente jubilación, aprovechando la generosa disponibilidad de su casa que para la ocasión, una amiga le ofrecía. Allí nos esperaba a un grupo apañado de maestras de diferentes colegios de la localidad de Tomares, donde todas, salvo la anfitriona, trabajábamos. Nuestras imparables risas locas estaban garantizadas como siempre que por algún motivo nos juntábamos. No sabíamos lo abundantes que serían en la aventura que compartiríamos por primera vez juntas, fuera de tierras sevillanas. Como para toda preparación de evento que se precie hoy en día y, esta no iba a ser menos, se creó, –¡ah, sorpresa!– un grupo de WhatsApp que tras los consabidos mensajes de bienvenida y saludos comenzó a bullir de forma disparatada.      El inocente pistoletazo de salida fu
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  “¿CÓMO SE LLAMA? ESTO QUE ME PASA AHORA.” ¿Cómo se llama? Esto que me pasa ahora. Es miércoles. Madrugo para dejar la puerta abierta a quien nos ayuda con las tereas de casa, hoy le daré la llave nueva. Me vuelvo a acostar. No puedo dormirme, me vuelvo a levantar.  En la cocina ambas afanadas chocamos al pasar entre los muebles, mientras que rompe el silencio,  de nuevo, con su perseverante charla que se repite anhelante, una vez más, como un mantra, en su búsqueda de arreglo para el traje maltrecho de su existencia. ¿Cómo se llama? La vibración que surge de sus palabras cuando me alcanzan. Siento la casa vacía a pesar de que estamos en ella; ansia porque el transcurrir del día suceda sin retroceso, con indecisión acelerada. El cielo ahumado, plomizo, templa algo al vehemente sol que insiste en cambiar nuestro estado sólido hasta deshacernos en agua. ¿Cómo se llama? Las plantas agradecidas intentan erguirse tras su desmayo, por las atenciones recibidas en el estío sin tregua. ¿Cómo s
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ZAPATOS NUEVOS. Con la niñez de mi generación continúo cobrando sentido la expresión: “Más feliz que un niño con zapatos nuevos.” También, sin duda, las niñas lo éramos. Desde que una marca de zapatos en Inglaterra, tras la segunda gran guerra, la usara como eslogan de su marca, sin imaginar que se extendería rápidamente convirtiéndose en una expresión perdurable y cotidiana por toda Europa.    En mi pueblo, en la comercial calle en la que estaba la entidad bancaria donde trabajaba mi pluriempleado padre, había una zapatería infantil, Calzados Blancanieves. Después de la Alameda, la plazoleta de Los Descalzos, la plaza del Socorro, o la calle de mi abuela Esperanza, los sitios de mi recreo, esta tienda era una de mis lugares favoritos.  Solía pasar por su puerta porque me gustaba. Si lo hacía acompañada de mi madre, deseaba que decidiera entrar aunque no me comprara nada, o que parase a mirar su escaparate, solo por ver una vez más desde fuera, si era desde dentro mejor, la reproducció
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LOS ESPACIOS, REBOBINANDO.   Son las once de la mañana, sábado cinco de agosto. La pareja ya está de retorno de la playa. Decepcionados, de improvisto regresan a casa. Un enorme atasco en la autovía y en la ruta alternativa les impele a dar la vuelta. Desde el nuevo sentido observan impotentes, como nuevos incautos acuden sin cesar en dirección hacia la trampa.    De nuevo en la vivienda, como en una película de los Lumière, comienzan a proyectarse marcha atrás los movimientos y acciones recreados hace apenas un rato, rebobinados con la técnica hipnotizadora del cine a tempo lento. La emoción que se describe al espectador es de bajada de ánimo.   Cruzando el jardín, ella, a su paso, descubre el banco de madera con cojines que protegió del sol con la frazada, levanta las persianas que bajó en el porche cerrado, abre las puertas de carpintería metálica que cerró para que respiren las plantas, saca las macetas de flores que resguardó en la penumbra creada en el interior de la entrada. En
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ALGO PEQUEÑO. Rescatado por el técnico que hurgaba al tacto en la hendidura con la yema de los dedos, buscando la posible causa de la fuga de agua, me entrega un céntimo tornasolado por los baños de agua jabonosa, encontrado en un pliegue de la goma gris de la puerta de la lavadora.   La pequeña moneda por tamaño y valía, puede que fuese un estorbo en el bolsillo delantero del pantalón de un caballero que se liberó de ella echándola junto con otras monedas, en el pañuelo rojo que un pintor callejero había colocado en el acerado frente a la catedral, donde dibujaba sobre el suelo con tizas de colores, el retrato de una famosa virgen dolorosa. El artista pudo usarla en el quiosco de la esquina para pagar una botella fresca de agua que aliviara el calor de su trabajo, bajo un sol de justicia, en el tórrido verano.   El dueño del quiosco, tal vez la entregó como vuelta a un chiquillo que de puntillas, agarrado al mostrador, le pidió sin saberlo el último polo de hielo que quedaba en el fon
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      EL CAMINO DEL GUERRERO.   Recibida y atendida en su casa durante un viaje de paso, pudo observar preocupada el ritual de despedida y comienzo del día, de su hijo. En el adiós de aquella visita, ante la triste y severa semblanza de su rostro, su madre conmovida le dijo:  - Hijo, me apena verte así. - Esta es mi vida, madre, fue toda su respuesta.  Emprendiendo el viaje de vuelta, con lágrimas resbalando por su cara después de oír sus palabras, se recordaba como la joven madre que cargaba en sus brazos al niño alegre de risa contagiosa que fue, para el que imaginaba fortunas sin límites. Nacido y educado con recursos suficientes para convertirse en un digno y mejorado representante de sus antepasados. En cambio, tras de sí dejaba a un solitario y abatido samurái encaminándose a realizar las necesarias tareas con las que se ganaba la vida mientras cumplía su misión, convenciéndose a sí misma que a pesar de ello, el aguerrido espíritu de su hijo contenía todo el poder del universo pa