PUNTIZONES Y CORONDELES

Tendida en el sofá, sesteando, reparé distraída en mi escritorio. Al instante, me sentí observaba por 

mis cuadernos de gusanillos, 

cuadernos de notas, 

folios, 

libretas de tapa dura, 

de tapa blanda, 

de cuero, 

folios, 

cuartillas, 

cuadernos de bolsillo, 

agendas, 

diarios, 

notas en el móvil, 

Microsoft Word abierto en la pantalla del ordenador…

 

El sopor me venció pronto. Un profundo sueño me transformó en una mujer del siglo XVII. No sabía leer ni escribir. Lo más cerca que estuve de algo que tuviera que ver con ello, fue seleccionando borra de tela usada para fabricar papel de trapo con sus puntizones y corondeles. 


Al despertar tenía la boca seca. Tuve que abrir y cerrar varias veces los ojos y acercarme hasta el escritorio, 

pulsar el teclado del ordenador para que se encendiera la pantalla, 

ojear mis cuadernos, 

escribir en mi agenda, 

ordenar los folios, 

revisar en el móvil mis notas, 

abrir el libro de cuentos del atril de sobremesa y comprobar que era yo, que sabía leer y escribir. Suspiré profundamente aliviada, cerré los ojos y le dije a mi yo del siglo XVII:

            —Tranquila solo es cuestión de tiempo. Escribirás historias en inmaculados papeles, libres de signatura, te lo prometo. 

 

María José Aguayo

 

Escogedoras seleccionando los trapos. Art de faire le papier, Jérôme de La Lande. Del blog de la Biblioteca Nacional de España

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