EL CALDO DE MI ABUELA ESPERANZA.

Tres soperas, tres generaciones, tres mujeres.

Mi abuela Esperanza, mi madre y yo.

Recuerdo la alegría que me daba cuando era niña, quedarme a comer en casa de mi abuela Esperanza, y tocaba el caldo del cocido servido en esta sopera. 
Ella me preguntaba ¿La quieres con hierbabuena? Yo siempre le decía que si, entonces me daba permiso para levantarme de la mesa e iba corriendo al balcón del Tajo, donde bajo la jaula de Caruso, su canario, tenía la maceta de la que cogía dos o tres hojas.
Nunca he vuelto a tomarlo así.
No recuerdo un caldo más bueno que el de mi abuela Esperanza.

María José Aguayo.

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