LA DESPEDIDA.                                  

De nuevo, el primer trimestre no dio tregua. 

Tachar los días del calendario de pared, era la prueba de que aquel mundo acabaría.  

En el patio, los rayos de sol abrigaban la tiritera de la cercana despedida.

A su corta edad y estatura fueron envolviendo con tiernos abrazos y miradas quietas, la tristeza por la separación, al abrigo de las cuatro paredes del aula, nuestra fortaleza.

Enjugando sus lágrimas con las mías, convirtiendo frágiles pompas de jabón en ilusiones alegres y pasajeras, nos dijimos adiós, guardando en su recuerdo, a lo mejor, que un día fui su maestra. 


María José Aguayo.

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