“¿CÓMO SE LLAMA? ESTO QUE ME PASA AHORA.”

¿Cómo se llama? Esto que me pasa ahora. Es miércoles. Madrugo para dejar la puerta abierta a quien nos ayuda con las tereas de casa, hoy le daré la llave nueva. Me vuelvo a acostar. No puedo dormirme, me vuelvo a levantar.  En la cocina ambas afanadas chocamos al pasar entre los muebles, mientras que rompe el silencio,  de nuevo, con su perseverante charla que se repite anhelante, una vez más, como un mantra, en su búsqueda de arreglo para el traje maltrecho de su existencia. ¿Cómo se llama? La vibración que surge de sus palabras cuando me alcanzan.

Siento la casa vacía a pesar de que estamos en ella; ansia porque el transcurrir del día suceda sin retroceso, con indecisión acelerada.

El cielo ahumado, plomizo, templa algo al vehemente sol que insiste en cambiar nuestro estado sólido hasta deshacernos en agua. ¿Cómo se llama? Las plantas agradecidas intentan erguirse tras su desmayo, por las atenciones recibidas en el estío sin tregua. ¿Cómo se llama? Este peso en los hombros, esta actividad ralentizada, esta calma apresurada para llegar a donde estoy. ¿Cómo se llama? Acostumbrarse a la compañía de la soledad, a la espera de lo recibido mientras las chicharras anuncian otra ardiente jornada.

¿Cómo se llama? El ruido sordo de los inquietos recuerdos desperezándose en mi cerebro. La creciente presencia de los que se fueron y no volverán, la ausencia de los que no están y tienen que regresar. La necesidad de la rutina que deseo aplazar, con ganas de nada y de todo. ¿Cómo se llama? Desaparecer en mi escritorio en la mañana para bucear buscándome en un abismo azul de palabras, y yo me pregunto ¿Esto, cómo se llama?

 

María José Aguayo.


Fotografía: Antoinette Frissell

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