FIESTA CAMPERA.


Más o menos un año después del confinamiento, en junio de 2021, las integrantes por entonces del grupo Mandala, fuimos convocadas por nuestra querida amiga y compañera a celebrar un encuentro en Llerena, Badajoz, por su reciente jubilación, aprovechando la generosa disponibilidad de su casa que para la ocasión, una amiga le ofrecía. Allí nos esperaba a un grupo apañado de maestras de diferentes colegios de la localidad de Tomares, donde todas, salvo la anfitriona, trabajábamos. Nuestras imparables risas locas estaban garantizadas como siempre que por algún motivo nos juntábamos. No sabíamos lo abundantes que serían en la aventura que compartiríamos por primera vez juntas, fuera de tierras sevillanas.


Como para toda preparación de evento que se precie hoy en día y, esta no iba a ser menos, se creó, –¡ah, sorpresa!– un grupo de WhatsApp que tras los consabidos mensajes de bienvenida y saludos comenzó a bullir de forma disparatada.

    El inocente pistoletazo de salida fue un: –Chicas, necesito confirmación de quien se queda a pasar la noche y si están dispuestas a compartir habitación…

Muy diligente ella responde: –¿Hay porche? Yo duermo fuera porque ronco. 

Desde ese momento, el hilo de la conversación ya se preveía imparable, había prendido como un reguero de pólvora: –Yo voy a reservar una habitación doble en Llerena. ¿Alguien se apunta conmigo?

    Las campistas dijeron de llevar tienda y sacos. Alguien llevaría colchones hinchables. Y como en toda buena conversación de cierto nivel por esta vía, la cosa empezó a liarse. A las confirmaciones de, yo me quedo y no me importa compartir, se sumaba información no solicitada, el número de dosis de la vacuna del covid que tenían puestas, si tenían o no certificado de vacunación, para dar paso a: –¿Llevamos sábanas? Yo llevo sábanas. - Si tienes saco, más práctico; el número de camas indeterminado hasta el momento se presentía insuficiente, pero el guirigay iba en aumento, las ganas acumuladas durante el confinamiento de divertirse eran muchas y, la organización aseguraba que había suficiente para todas: dos de matrimonio, cuatro individuales, dos colchones hinchables… así que con más gente que camas allí nos plantaríamos.

    En este momento, Irrumpe en escena la habitual que deseaba que lo pasáramos muy bien, que no podía ir, que otra vez será, eso si, con muchas exclamaciones. Seguido de los consabidos –¡vaya qué pena!– lo siento muchísimo, más ristra de emojis pertinentes.


De pronto sin quedar zanjado cómo, cuántas y dónde dormiríamos se abre paso otro gran y jugoso asunto: –Habría que ir viendo tema comida y bebida –mientras la conversación seguía su ritmo alocado–.

        –¿Hay jardín en la casa?

        –Es todo campo, yo llevo postre: fruta y una tarta.

        –No nos olvidemos del desayuno.

        –¿Nos unimos y llevamos de dos en dos?

        –Podríamos desayunar en el pueblo, está cerca y enredamos menos, tal vez.

        –¿Quién se encarga de la música? ¡Yo quiero Camilo Sesto!

        –¡Ese es un muermo yo quiero marcha, Alaska! 

        –Yo me pido cantautores.

        –Llevaré empanada de espinacas y piñones. 

        –¡Apunta a Coque Malla!


Con la misma coherencia de la conversación mantenida hasta ahora, pasamos al siguiente punto con otro tema inconcluso. Comienza la cuestión de los coches: 

    –¿Quién lleva coche? 

    –Yo no tengo  

   –¿Puedo ir contigo? –Aviso de nueva notificación: –Estoy pensando quedarme a dormir y llevarme la iglú.

    Una mente sensata intenta organizar rebobinando: –A ver que ponga orden: hay sitio para todas, llevad almohadas las delicadas de cabeza, haciendo aparición un nuevo aporte, el de las toallas, mezcladas con mojitos y cervezas –¿Alguna sin alcohol?, todo esto por parte de quien intervino para ordenar y la cosa continúa animándose: 

    –El agua ¿con gas o sin gas? – 

    –¿Copas?, no tengo ni idea. 

   La del iglú ataca de nuevo: –Yo duermo en cueros, no quiero molestar, comentando a continuación: –Podría llevar salmorejo cordobés, a lo que otra responde: –yo tampoco tengo coche. 


Tras semejante alarde de organización, ocurrió lo normal, ni la que iba a reservar habitación en hotel lo hizo, ni la que dormiría en el porche porque roncaba tampoco. Lo sé porque me rugió en el oído, una parte mínima de la noche en la que intentamos dormir las cuatro, ella y yo, sobre un abultado colchón hinchable que compartimos, colocado en el suelo junto a dos camas en la casita apartada de la vivienda principal, en el jardín, donde nos tocó al grupo Mandala, excepto la homenajeada, pasar la noche. Alguna durmió, otras no tanto por decir algo. Lo que si hicimos fue reír, reír a carcajadas, cual gremlins alimentadas pasada la medianoche, aunque nosotras siempre de buenas, aprovechando nuestra estancia más privada, para ponernos en plan traviesas. Lo que pasó en la casita del jardín allí se queda. 


Aunque parezca imposible, la fiesta campera fue todo un éxito, algo irrepetible. Finalmente todas nos pudimos acostar, en cueros o en pijama, unas más cómodas durmieron, otras..., hubo comida y bebida rica y de sobra, photocall con ambientación de escuela, clase de aquagym en piscina de agua muy fresca impartida por una improvisada monitora que sorprendió por profesional, escape field para buscar los regalos con susto incorporado, paseo bucólico sobre el esplendor en la hierba del maravilloso vergel, sesión de belleza con mascarillas faciales para todas, dispuestas en formación abanico junto al iglú en el jardín. De noche, tras la tarta con velas, mojadas por la tormenta que descargó sobre nosotras, cantamos y bailamos la playlist "Fiestorro" que nuestra voluntariosa y querida DJ, además de crear, fue pinchando mientras impacientes, nos apelotonábamos con nuestras peticiones de las canciones deseadas. No faltaron en la cola sus adorados Depeche Mode. Por último, fuimos sorprendidas de manera inesperada, por la aparición de una graciosa e improvisada Lina Morgan en la fiesta, que nos deleitó con sus portentosos movimientos y giros de piernas, animando divertida el final de la velada.

Confirmándose que lo más importante no fue nada de eso, ni siquiera, el bonito entorno. No se trata de dónde, sino de quiénes y su actitud, y las asistentes a la Fiesta Campera lo dimos todo, desde la primera línea del WhatsApp.

 

María José Aguayo.

 

 

Comentarios

Entradas populares de este blog