FLOR AMARILLA.

Me tomo un momento y cierro los ojos para escoger un color.
Me siento girasol de Van Gogh, estrella de su noche, campo de trigo.
Me siento amarillo genista del Mediterráneo y amarillo como el famoso submarino.
Amarilla como las rosas que acompañaron en el escritorio a Gabriel García Márquez mientras dibujaba con palabras en su lienzo, Cien años de Soledad, “la llovizna de minúsculas flores amarillas, tantas que tapizaron las calles y tuvieron que despejarlas con palas y rastrillos para que pudiera pasar en entierro”, José Arcadio Buendía.
Por su brillo, por su alegría. Porque me llena de ilusión y confianza.
Cierro los ojos y me siento, una flor amarilla.
María José Aguayo

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