CON TINTA DE SUEÑOS. 

 

Cuando era niña, Carmenta disfrutaba haciendo los escolares ejercicios de la pizarra de Lengua, en el parvulario de monjas de la plaza Carmen Abela.  Empezaba a escribir sin darse cuenta. El olvido, cubrió con un pesado manto su recreo.

El tiempo hizo su trabajo. De aquella oruga nada rolliza, vergonzosa y tímida, emergió una mariposa de brillantes alas. Primaveras después, batiéndolas briosa, decidió abandonar el nimio vuelo sobre las pequeñas flores del arcén, adentrándose a lo lejos, allí donde nace el susurro del viento. Buscaba el murmullo adormecido de las palabras, para despertar sus infantiles anhelos.  

 

María José Aguayo Carnerero 

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