DEL TELAR DE CIRCE

Alamanda se prepara para acostarse. Antes, desde el balcón, echa una última mirada. Deshace su moño mirando la solitaria calle, al acecho de su víctima, con su figura escondida tras los viejos postigos. Con movimientos lentos trenza su cabello. Conserva igual que la Venus de Willendorf sus redondeadas formas:
Senos abundantes
Caderas amplias
Muslos abultados
Vientre prominente
Corta estatura
Cabeza coronada por marcados rizos regulares bien definidos como los moldeados    por calientes tenacillas.

Fue mujer maternal, protectora, cuidadora; creadora de vida.
Terrenal y de barro. Frágil ante la caída.
Ahora, envejece con su oscura mirada envenenada por el embrujo que emana de los encajes de sus visillos. Como si los hubiera tejido la propia Circe en su telar.
Con restos de adivinación de bruja adormecidos, interpreta el mundo y a sus vecinos. A veces, las más, yerra teñida de celos y envidia. Entonces, expresa dramático abandono y supuesta rendición ante el destino, quien se encargará de hacer que ocurra lo inevitable, ante su mirada complacida, aunque del mal ajeno se trate, Satisfecha por la profecía cumplida, suspira.

María José Aguayo

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