¡HASTA LAS SEIS!

 

Miro impaciente la hora en el reloj de la cocina. Necesito que todas las agujas sigan el ritmo veloz del segundero. Hoy parece que se empeñan en girar más despacio que nunca. 

Como no den pronto las seis me explotará el corazón. Me salta en el pecho y suena como un tambor. Galleta, mi travieso perro salchicha, negro y marrón chocolate, seguro que puede oírlo. No deja de mirarme fijamente. Con los ojos muy abiertos, se le arruga en la frente, su manchita roja oxidada. Ladea su cabeza despacio, a un lado y a otro para chequearme. Sus orejas caídas se levantan y se inclinan hacia adelante. Sigue atento todos mis movimientos. 

Me sudan las manos. Me froto las palmas en mi peto para secarlas. Una nube de mariposas revueltas crece en mi barriga.


Esta mañana, nos hemos sentado juntos como siempre, en clase. Sonreímos inquietos —sin hablarnos—, más que de costumbre. Girándonos en sentido contrario en los asientos, ahogamos el clamor de nuestro secreto. Al instante, nos volvemos apresurados para cruzar nuestras miradas.

Llevamos planeando la cita más de un mes. Nos costó convencer a nuestras atareadas madres. Hoy es el día. A medida que se acerca la hora, cada vez está más nublado. El viento mece las ramas de los árboles. Como llueva, se acabó. 


Caminamos con nuestras mochilas al hombro, al finalizar las clases. En un momento del trayecto, lloro. Nos paramos. John, se gira afligido, agarrando su balón entre las manos. Con dulzura me pregunta:

—¿Lloras porque mi dibujo ha ganado? 

—… Tímida, respondo con movimientos afirmativos cortos con la cabeza agachada, —que sí. 

—Dibujas siempre mejor que yo, y yo no lloro —choca su hombro contra el mío, me tambaleo un poco hacia atrás. Me hace sonreír y reanudamos la marcha. El camino se divide. Nos separa.

—Hasta esta tarde.

—Hasta las seis.

John se aleja con las manos en los bolsillos y la mirada baja. Yo, con mis brazos caídos a los lados, subo de dos en dos los escalones de la empinada escalera bicolor que me lleva a casa. 


Por fin oigo el esperado:

—¡Ana, vamos! —Mamá pega un respingo. Cuando sale a la calle, ya la estoy esperando junto al coche aparcado en la puerta, con mi impermeable puesto y mi paraguas. Recogemos a John y a su madre de camino. Nos coge de paso. 


En el parque, nuestras madres sentadas en un banco, con sus cabellos agitados por el suave viento, hablan.

—Conozco a mi hijo, sé que desde que la vio por primera vez, le gustó Ana.

— A mi hija le gusta John, vuelve la cabeza cuando le pregunto por él para que no vea como se sonroja su cara.

Entre risas y zancadas, John y yo, hacemos crujir las hojas secas. Semiocultos, subidos en un árbol, rozan accidentalmente nuestras manos. Nuestras miradas hablan. 


De regreso, en el asiento trasero del coche, me duermo echada en su hombro. John, inclina con suavidad su cabeza, para no despertarme con el roce cuando me mira. Victorioso, contempla por la ventanilla los árboles de la alameda. Bajo una fina lluvia, termina nuestra primera cita.

 

María José Aguayo

 

Versión a partir de la idea original de la película Vidas pasadas, escrita y dirigida por Celine Song en su debut como directora (2023) Producida por Pamela Koffler y Christine Vachon. Distribuida por Mozinet



Fotograma de la película Vidas pasadas.

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