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Mostrando entradas de mayo, 2024
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TEMPUS FUGIT En el medio de la noche, desde hace cientos de años, el tintero de cristal vierte su tono negro, sobre los mudos testigos del tiempo en la vieja mezquita. La densa mancha implacable, se extiende hasta detenerlos. La oscuridad los deja ciegos. En el reino de la noche, cuando el paño de sus limbos viste de luto, los durmientes relojes de sol frenan en vano, la fugacidad del tiempo. María José Aguayo Imagen: autoría desconocida
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EL GUARDIÁN DE LAS PALABRAS     —¿Estás bien? —Fernando se acercó y me preguntó poniendo una mano en mi hombro, levantándome cariñoso, con la otra, la barbilla para que le mirase a la cara. —Esa bolsa pesa demasiado, hermana. Deja que te ayude. —Me cogió la gran bolsa azul de IKEA de las manos. Le costó trabajo hacerle un hueco en el cargado maletero de mi coche. Él y yo, los dos más pequeños, éramos quienes más cosas nos llevábamos. —¡Solo esta pesará unos 10 kilos!             —Son los cajones de oficina que le regalé a papá. Los recuerdos de toda una vida ocupan y pesan demasiado. —… —Al final lo hemos resuelto. No ha sido tan difícil, ¿verdad? —le respondí poniendo una mueca por sonrisa, abrazándome rápido a él para hundir mi cara en su abrigo y esconder las lágrimas que me delataban.              Ya había oscurecido, cuando los cuatro nos abrazamos ...
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                                                                      Y TÚ, ¿CUÁNTOS TENDRÁS…?    Mi hermana se llamaba Esperanza. Llegada la hora, su nombre no le garantizó el deseo de vivir. Con treinta y cuatro años, el 18 de mayo del año 2000, se suicidó.   No fue posible adivinar su escondido sufrimiento. Ni familiares ni amigos tuvimos señales, pistas, indicios, que nos avisaran de su intención. Su pérdida fue inesperada y repentina para todos quienes la queríamos, hasta para Luis, su pareja. Ni padres ni hermanos vivíamos a su lado. No pudimos reaccionar. Supuse, en ausencia de la más mínima certeza, que lo que le arrastró a su irreversible decisión fue una infinita tristeza. Con treinta y cuatro años, se quitó la vida, fechando un antes y un después en ...
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“RECUÉRDAME”   ¡Corre que viene! ¡Chilla, llora, escapa! Agudizas todos tus sentidos. Lo primero que adviertes, aparte del galopar de tu corazón, es el olor a desinfectante que anticipa su llegada por la empinada escalera. Después la chicharra del timbre que suena. Alguien acude a abrirle la puerta y ves como entra. No das crédito. El miedo te conmina a protegerte, a huir. Pero ¿a dónde?, ¡si esta es tu casa y no estás a salvo en ella! El dolor llegará, no es un riesgo posible, es una certeza y tienes que protegerte como sea. Comienzas a dar carreras, saltos y alaridos por los pasillos, sin rumbo fijo.   Conoces de memoria todos sus movimientos. Con sus dedos finos, transparentes y nudosos, de un bolsillo de su chaqueta saca con parsimonia su pequeña cartera de piel marrón, abre la cremallera y comienza el ceremonial.  Extrae la temida cajita metálica con forma de cápsula alargada. Quita la tapa, vierte alcohol en ella. Echa el agua en la cajita con la jeringuilla de cris...
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DE LA TIERRA AL CIELO —¡Venga, Manuel, espérame! Juego una ronda a la rayuela con mis amigas y después nos vamos. —Con los rizos en su cara y una sonrisa abierta, Carmen, se fue con ellas corriendo.               —¡Vete a la porra, yo otra vez no te espero! —Manuel, enfurruñado, con el flequillo metido en los ojos, cogió su balón de fútbol y sin despedirse, se fue pateándolo hasta el campo viejo.    Aquello lo resolvieron más tarde. Juntos, de casilla en casilla, continuaron atravesando los nueve mundos hasta alcanzar el Paraíso en la Tierra, bordeando sus infiernos en ocasiones tambaleantes a la pata coja otras, con ambos pies asentados  con firmeza en el suelo, durante cuarenta y cinco años de vida en común. Desde que Carmen falta, cada mañana, Manuel, acude al parque. Frente a la rayuela, ahora es él quien lanza el tejo vigilando que no caiga en el pozo ni en ninguna línea, como tantas veces vio hace...