RETO LITERATURA CREATIVA. 7 DÍAS 7 RELATOS.

DÍA 4: AÑO 4444. ERES EL ÚNICO HABITANTE DE LA GALAXIA. ¿QUÉ HACES?

 

Me encuentro en el interior de la cápsula temporal viajera.

Datos cifrados comienzan a visualizarse al instante en la pantalla semi líquida de la visera que envuelve mi cara. Necesito unos instantes para ajustarme a los contenidos de mis antecesores, carentes de significado en mi era, aunque no para mí, con terminología primitiva. Requiero visualizar más cantidad de ellos para ir procesándolos con exactitud. He ajustado los controles. Llegaré progresivamente a la información de mi año de destino, 2024. Por mi composición biónica, más de la mitad de mi persona son dispositivos electrónicos implantados por toda la extensión de mi cuerpo. Programada para activar, en principio, la parte humana de mi memoria para iniciar la regeneración total de mi nuevo aspecto, semejante al de los habitantes de la Tierra en mi año de llegada. He programado el algoritmo para que ajuste mis años actuales, 444, durante el tiempo que durará mi viaje, a los 44 que tendré en el momento de llegada a la Tierra de ese milenio.

 

Voy a retroceder en cientos de años de avances en los que conseguimos dominar la consistencia de la materia creando aleaciones de resistencia ilimitada de apariencia dúctil y moldeable. La ciencia adelantó exponencialmente prolongando la vida, pero paradójicamente, mientras más se ampliaba la duración del cuerpo, y nuestra inteligencia era cada vez más artificial, la porción a la que llamaban espíritu, alma, aquella que creían que pesaba tan solo 0,75 onzas, 21 gramos, se deterioraba sin precedentes, se apagaba como la llama de una vela, relacionada directamente con el incremento de los sucesos que devinieron en la extinción de la especie en diferentes modos y maneras según las coordenadas primero en el planeta, después en la galaxia, donde iban aconteciendo.

 

Soy Quimera, única habitante de la galaxia. Vivo en la plataforma espacial Medo, la que manda, la protectora, la que rige. Su gran cúpula traslúcida de apariencia moldeable es a la vez escudo protector y generador de las necesarias condiciones ambientales de equilibrio que hacen posible mi vida en ella. Desde el centro de su base se extendían multitud de alargadas terminaciones móviles de apariencia flotante, ingrávidas, a modo de tentáculos con numerosas estaciones científicas con apariencia de ventosas. Cada una de ellas estuvo habitada por un máximo de cuatro ocupantes agrupados por especialidad de área. Cientos de miles de estos apéndices fueron desapareciendo con el fin de la existencia de sus habitantes. Hoy desaparecerá el último, el que he habitado durante toda mi existencia. Cuando transfiera sus datos al útero mater, contenedor del origen de toda información desde el principio de los tiempos. Antes de que se desprenda para siempre, me trasladaré al núcleo donde se encuentran las capsulas temporales viajeras.

Después de décadas de años sin recibir la más mínima señal del exterior, el sistema determina que soy la última habitante de la galaxia y procedo a llevar a cabo el único plan posible dada las circunstancias, el procedimiento denominado MASHIAJ, la vuelta atrás en el tiempo, al comienzo, para intentar evitar la desaparición de la especie, del planeta, de nuestro universo despertar el arma más rudimentaria, la esencia humana de nuestra existencia. 

 

La misión de la unidad, del laboratorio al que pertenecí, era el estudio y preservación de la parte humana de nuestro cuerpo, de sus costumbres y comportamiento. Siendo la menos promocionada y favorecida, nunca se desestimó que llegado el momento podría llegar a ser la remota solución en situación de DEFCON extrema como en la que ahora me encuentro.

 

Hace 2000 mil años, en el 2444, la Tierra fue abandonada por completo. La concatenación de sucesivos procesos destructivos, imparables, dinamitaron progresivamente los cimientos de una forma de vida, de un espacio, de un tiempo que no pudo soportar los efectos devastadores de tantos y tan diversos frentes: económicos, bélicos, ambientales, creencias, ideologías extremas… 

 

El individuo, en la cúspide del ego, terminó obviando al resto de sus congéneres. 

Fueron condenados y perseguidos como terroristas, por fuerzas de seguridad especializada en encontrarlos y desactivarlos, considerados enemigos del sistema, quienes movidos por lo que denominaban emociones, impulsaban la necesidad de conocerlas, de nombrarlas, de aprender a gestionarlas por el bien común de la especie, antes de que fuera tarde.

Se reprodujeron los modelos de abusos de colonizaciones en la Tierra, los mismos que degeneraron en violentos conflictos bélicos sin solución pacífica posible a la par que la carrera tecnológica imparable avanzaba y conquistaba la galaxia, trasladando al espacio exterior los mismos e irreparables errores, cometidos anteriormente en la Tierra obteniendo el mismo resultado, la misma devastación.

 

Cuando me quedé sola en el laboratorio, tras la extinción de mi último compañero, comencé a sentir como en las partes humanas de mi cuerpo se producían reacciones físicas que no respondían ni parecían motivados por ningún desorden o desequilibrio de salud. No tenía la misma capacidad de trabajo, experimentaba dolencias, tensiones, antes no conocidas, como explicaba el manual del procedimiento que ocurriría. 

Dentro de la cápsula, antes de empezar a quedarme dormida llamó mi atención el dato de la existencia de palabras que podían leerse igual en un sentido que en otro: anilina, reconocer,  ama…  

Pusimos el nombre al procedimiento denominado MASHIAJ, inspirados en la pronunciación aproximada de la palabra mesías. Cerré por completo los ojos. Soñé que escuchaba una voz lejana que me susurraba: "Cuando llegues a la Tierra, ama."


María José Aguayo

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