ASFIXIANTE BELLEZA

Por la mañana, el móvil suspendido se acuna despacio, apenas suena.
Con la caída del sol se reanima.
Su tintineante son de campanillas convoca a la tristeza de los ángeles.
Cortacéspedes broncos alisan las tupidas alfombras verdes,
incesantes chicharras les vitorean.
El jardín desahuciado preserva el nimio frescor del riego nocturno.
El tórrido bochorno lo engulle con grandes sorbos de borracho.
Ineludibles toldos, sombrillas, estores nublan espacios ardientes.
El ornamento cambiado, el nuevo orden del color, de los objetos, invitan a abandonarse al solaz veraniego.
En la solana, los molinillos giran sosegados.
Recargan.
Al atardecer, rolando briosos
alientan a los habitantes de la casa a salir de sus sombreados escondrijos,
a respirar aliviados el espejismo de aires más frescos.

Este grito agónico de ritmo lento y repetitivo,
esta no historia sincopada,
está compuesta con las sílabas sostenidas
y el vibrato de unas cuerdas de guitarra 
de un blues de fondo.

María José Aguayo

Imagen: Mississipi John Hurt

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