REINICIAR

El lienzo de estío, desteñido, matiza el destello de sus cegadores espejos.
Hatos de algodón barren la elevada llanura.
Tierra adentro sobrevuelan nostálgicas sombras.
Las sombrillas coloridas sobre el alfombrado sílice, con sus tutús ondeantes menguan al compás de la luna.
Vientos de cambio despiden a los caducos forasteros.
Sus lágrimas mueren ocultas entre cascabeles en la rizada orilla.
La duna impaciente, aguarda el retorno de la intimidad para ver cumplida la promesa del abrazo con el Señor del mar.
Afligidos, los latidos no consiguen evitar el inminente abandono.
El alma embellecida por diminutas tesalas de exquisitas historias cotidianas que ya no volverán, suspira por las nuevas que en el próximo estío, aún más distinguidas, brotarán.

María José Aguayo

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