MEMORIAS DE OTRO VERANO

Nadie me apodaba, la hermosa leona, ni el botón de mi ojal se llamaba Denys, pero…
“Yo tenía una granja en… Marbella al pie de Sierra Blanca. El Mediterráneo atravesaba aquellas tierras bajas. La granja se asentaba a 25 metros sobre el nivel del mar”
Las olas agitadas bailaban el can can enseñando las puntillas blancas de sus enaguas.
La Hierba de San Pedro —el perejil de mar— erguido, extendía su grácil paraguas asomado ante tanto alboroto, embriagado de salobre rocío.
Los cangrejos perezosos aguardaban en la orilla que la marea les sirviera el fresco festín.
Las gaviotas intimidantes, abandonadas por el viento, en la noche detenían su tenaz asedio.
Cuando la granja se vendió, en automóvil —el ferrocarril, por mis tierras, nunca pasó— con agudo pesar en el pecho y falta de aire en los pulmones que me dificultaba respirar me alejé abrochada a mi botón, de mi amada costa engalanada con su mantilla de brocados azules.
Desvanecida mi cola prestada de sirena recobré mi caminar humano cuando regresé al interior.

María José Aguayo

Fotografías de Juan Carlos Girón Arjona

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