SUTURAS


Viernes 3 de enero.

Sentada en una silla de madera encolada con asiento de flexible enea, en la cocina antes de comer, remiendo calcetines. Quiero un huevo de madera para zurcir, nunca he tenido uno ni lo vi en mi casa de pequeña. Aunque no sé si añadir el uso de otra herramienta a la tarea, creo que sumado a mi pobre destreza empeorará el antiestético queloide hipertrófico que resulta de mi costura. También repaso las bolsas de malla blancas para ropa de la lavadora. Cuando tienen un roto son tan inútiles como una red de pesca rota por la que escapan victoriosas las sardinas—«¿cómo remendarán las rederas las redes de pescar?»—Podría tirarlas y comprar otras, pero he decidido repararlas. 

Cuántas cosas en la vida se arreglan cosiendo con hilo y aguja: la ropa, las redes, las heridas, las historias de una vida. Cuántas piezas que podríamos haber arreglado con unas puntadas certeras relegamos como deshechos inservibles.

Mientras ensarto la aguja y doy puntadas escribo, hilvano ideas en mi cabeza que luego pasaré al papel si las recuerdo. Seguro que olvidaré más de una. Casi no estoy escribiendo para el diario navideño, la tarea del taller. Tal vez estos pespuntes me sirvan.

Me impresiona el antiguo arte japonés de reparar haciendo bellas las cicatrices, el Kintsugi. Enaltece la belleza de lo imperfecto. Las fracturas de un objeto forman parte de su historia viva.

¿Quién no tiene remiendos en su piel o en un rincón del alma? ¿Quién no quedó bordado por el tiempo? ¿Quién no arrastra en sus redes las estelas por una decisión tomada?

En un mundo donde se prodiga la exaltación de la imagen impecable es revoluciónario practicar el arte del Kintsugi. Es revolucionario remendar. Por eso hago la revolución zurciendo en mi cocina.

Entre pespunte y pespunte pienso en ellas, en Circe, en Penélope... en todas nosotras. ¿Qué mujer no ha entrelazado hilos en su vida? Considero que tengo que arreglar más y tirar menos. Valorar el manto recuperado, mantenerlo vivo junto a mí más tiempo, aunque en mi caso no sepa dar puntadas invisibles, solo realizar torpes remiendos que dejan a la vista  tejidos cicatrizados con rebordes exagerados nada estéticos. 



María José Aguayo

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