ES LA HORA El día será todavía más largo que el de solsticio de verano. El crepúsculo a pesar del retraso llegará, sumiendo a Soledad en el más oscuro desconsuelo. El calor del sol de mediodía desborda el abatimiento causado por la llamada telefónica. Al colgar, se siente la persona más vulnerable sobre la tierra. Ni siquiera es consciente de que Sam, su incondicional compañero, con gemidos sordos, le acompaña. No la abandonará. La protegerá como lo lleva haciendo desde que Alberto, su marido, lo trajo a casa junto al ramo de flores, hace diez años, por su aniversario. Su noble perro también hizo una promesa. A pesar del golpe de calor, se le hiela la sangre, quedando expuesta a su suerte. Imposible calcular sus tremendas secuelas. Sus admiradas “nomeolvides”, hoy le parecen flores tristes de papel, sin olor, ajenas, como una niebla pesada de nubecillas bajas que se aferran a sus piernas intentand...
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