DOCTOR CONCIENCIA.

Me falta el aire, me desmayo. Parte de mi propia vida este verano se va con ella. 

Se va mi madre; mujer, abuela, hermana, amiga. Ya no volverá.

 

Tras la sentencia, un rosario de penitencias infructuosas acaba postrándola encogida en cama, convertida en una muda muñeca de trapo adormecida. En apenas unos meses, casi no hay transición. Arribando atropellada, sin tregua, la necesidad de hacer frente a los últimos cuidados paliativos. 

 

Llegado el momento, sintiendo su insoportable inquietud, pido al doctor en repetidas ocasiones, que alivie su agonía. Él con delicadeza, me explica que hay que dejarla partir permitiéndole tomar conciencia de la compañía y del amor de quienes esperamos junto a ella. Yo solo quiero evitarle agonía y no lo entiendo. Injustamente le apodo doctor conciencia.

 

De su mano aprendí a andar, hundí mis huellas en la arena de la playa buscando conchas, levantando castillos; me agarré llorando cuando el practicante siendo niña, venía a casa a pincharme cuando estaba enferma, fui al hospital a tener a mi primer hijo… Cogida a su mano, se ha marchado. Estamos solas. Los cuidados del doctor nos regalan a las dos, tiempo de vida cuando no había. Nos conceden una inmensa despedida. 


María José Aguayo


Imagen del cartel del concurso.

Comentarios

Entradas populares de este blog