DENTRO DEL ESPEJO. 

En casa, además de los espejos propios de baño, tenemos algún otro de tipo decorativo. 

Con ellos, se pueden crear ilusiones ópticas interesantes. Por ejemplo, el reflejo infinito, que es el reflejo multiplicado del mismo objeto cuando se ponen dos espejos de frente.

 

A mi padre le gusta mirarse en el espejo o en cualquier superficie que refleje su imagen. A menudo lo hace mientras habla en la cocina frente al cristal de la puerta del microondas, situado en alto en la torre encima del horno. Yo también lo hago. Lo veo normal. ¿Tanto nos parecemos?

Mi madre, alguna vez que nos ha visto hacerlo en ese marco culinario, se ha reído de nuestras poses frente a nuestro reflejo.

Ella no sabe lo que pensamos mientras nos miramos. Qué sabe nadie lo que piensa alguien mientras ve su imagen reflejada en una superficie. Por su mente puede estar proyectándose toda una película, según el momento o cómo haya ido el día, según haya dormido, si se mira recién levantada.

 

Al espejo es difícil engañarle. Muestra nuestra luz y nuestra sombra. Conoce nuestros valles y nuestras aristas. Es como si nos viera también por dentro. Representa de manera fidedigna lo que ve, independientemente de si fuera luce el sol o arrecian nubes de tormenta.

 

En vacaciones, en el mes de julio, practicando senderismo por un macizo montañoso, hallé la posible respuesta a mi inquietud. Me esperaba en el descenso, al fondo del valle. Desconocía que me encontraría con un trozo de espejo cristalino, escondido entre las quebradas montañas.

 

En la distancia parecía un agujero infinito sin superficie. Cuando estuvimos más cerca, sin avisar al resto de los senderistas, decidí saltar al interior, como hizo Alicia. Una vez dentro, tal vez podría ver lo que pensaba mi padre cuando se mira al espejo y así descubrir, si es verdad que nos parecíamos tanto. 

 

Sin tomar impulso, dejándome caer salté y comprobé que en vez de bajar subía cada vez más alto, hasta tocar las nubes en el cielo.

Mientras caía ascendiendo, alejándome de la superficie a medida que los rayos luminosos se debilitaban, las imágenes se suavizaban. 

 

Al desdibujarse el reflejo infinito, entendí que me parecía a mi padre, pero mientras más profunda me hundía, mientras más alto ascendía dentro del espejo, yo no era un simple reflejo multiplicado. Su imagen se desvanecía y la mía se hacía cada vez más nítida.


María José Aguayo


Imagen: 1686579809662-829e8374d0a8.jpeg 



Comentarios

Entradas populares de este blog