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Mostrando entradas de noviembre, 2024
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SE BUSCA, ME BUSCO   No, no parezco peligrosa, —«¿o sí?»—. Armada y peligrosa, si lo soy, en todo caso, lo seré para mí. Yo misma he emitido la orden de búsqueda, no de captura, instando a que se rastree por tierra, mar y aire.           Últimamente parece que he sido vista sumergida en mares de tinta, aferrada como náufrago que se agita, con dedos de gancho, a hojas de papel en blanco como bloques de iceberg en el mar Ártico, o como canoas deslizándose serenas por aguas tibias. Según el último parte informativo, parece que la guardia costera es la que más se aproxima a localizarme.  Cualquier información la pagaré. Con el torrente inagotable de calor fundido que puede rebosar mi pecho, puedo detectar casi cualquier alma a la deriva, menos la mía.            La párvula que fui, obediente, invisible, femenina, buscaba ser querida y lo conseguía.      ...
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LA SILENCIOSA DANZA En el gran salón de las  sesenta y cuatro baldosas , se celebra un baile. Sin invitación, se cuela el graznido de un cuervo. Un soplo de inmolación atraviesa la estancia, rozando los velos de las ventanas afiladas.    No derrama una sola gota de sangre. Tendida en un lateral, yace aún majestuosa. La perla de su corona negra resalta sobre el mosaico blanco. ¡Es la reina! Para ella finaliza la silenciosa danza. Con su muerte, una sombra lúgubre se extiende sobre el reino. El alfil que la custodia, impotente ante la gran pérdida, vaga torturado de esquina en esquina por el aposento, trazando cruces aspadas.  La reacción del monarca es inmediata: «La entrega y sacrificio de mi dama, valiente y astuta, no serán en vano». Armado de frialdad y templanza, avanza dispuesto a abatir él solo al enemigo si fuera necesario, aunque sea su última hazaña. La cruz de su corona alarga aún más su elevada figura. Todo en el salón tiembla a su paso. Con ella caída en ...
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CON TUS LATIDOS   Una lanza y una espadilla dorada recorren certeras su esfera cuadrada. Su vibración guía mis pasos. Dispuestas como rayos alrededor del sol, doce estancias con tus huellas marcadas asoman colmadas: de recetas, de labores, de abrazos, de canciones, de poemas sin rima, de odas épicas, de bienvenidas, de partidas, de celebraciones, de comienzos, de finales… por la pequeña ventana bañada en oro y plata que encuadra su diminuta llanura. Llevo puesto en mi muñeca izquierda tu testigo como escudo para no perderme mientras transito puntual por las doce estancias. Percibo el calor de tu piel, al comienzo de mi mano, rodeando mi muñeca. Con él siento que tu ritmo me acompaña. Es el guardián que dejaste para marcar con regularidad mis andanzas. El escudero que cabalga junto a mí soportando mis dichas y mis penas. Dos damas distintas servidas por el mismo escudero. Palpitando sincronizadas, le cargo con mis propias batallas mientras espumo tu misma receta del caldo. Ante la m...
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RELLENO DE PLUMAS Tumbada en mi sofá, oigo decir a una beguina de la serie que estoy viendo en televisión, que pocas cosas consuelan más que un colchón relleno de plumas. Sabe bien de lo que habla teniendo en cuenta el camastro que usa para dormir en 1559 en el beguinato de Segovia.   En cambio, en el año 2024, yo resoplo cada día tratando de evitar la tarea de mullir mi sofá de plumas. Comprado hace treinta y cuatro años en Abolengo, una tienda que desapareció al poco de nuestra visita, pasto de las llamas, de la que conservo también un pequeño árbol de navidad, que continúo poniendo desde entonces cuando llegan las fechas.    Una amiga viene a visitarnos con mi hijo recién llegado al mundo a la vez que los muebles, incluidos los dos sofás, uno de tres plazas y otro de dos, ambos con medidas extraordinarias de eslora y manga. Pesan como un par de embarcaciones robustas de roble. Ostentan un diseño lujoso de formas ondeantes. Llegaron para quedarse. Al entrar al salón exc...
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LA IMPOSTORA Ante un campo de margaritas blancas, cuatro mujeres con faldas, entretejidas del brazo dan un paso adelante sobre pasta dura color verde agua. Tirando del hilo unen palabras. En la bonita tienda de la calle Reyes Católicos, me reclama con un sortilegio desde la estantería el libro, Escritoras.   —¡Violeta, vamos, tenemos que irnos! —La voz de Eugenia te baja de la nube. —Pero… —Extiendes la mano que sujeta el libro hacia Eugenia. —Lo sé. Lo siento. Mira la caja, la cola es larga. Tenemos un taxi esperando en la puerta. ¡No llegamos!   Un viaje de tres días os ha llevado a las cuatro amigas a Granada. El martes 9 de octubre estáis de vuelta. El día 10 estoy sentada en mi escritorio aún con la miel en los labios por lo vivido, el corazón apenado por lo pronto que ha pasado y el consuelo y las ansías de volver a vivir no muy tarde, otra escapada. Tengo el firme propósito de recuperar el hábito, de la escritura, pero un mensaje de una amiga en la pantalla del móvil me...