
AMIGAS QUE CURAN. Aquel jueves por la tarde, con la fresquita, acordamos reunirnos en Sevilla para que pudiera acudir a la cita la amiga con movilidad reducida por fractura en el pie. Ella se encargó de reservar mesa en veladores para las cuatro en un bar de su misma calle. Para llegar hasta allí las tres que vivimos en Tomares quedamos en bajar en metro. El encuentro fue agradable como tantos que ya habíamos mantenido a lo largo de nuestra amistad. Llegado el momento de volver, sin reparar en qué hora era, acompañamos a la amiga accidentada hasta el ascensor de su casa. Después, distraídas charlando, tranquilas caminamos hacia la boca de metro. Bajando la empinada escalera escuchamos de fondo una locución por megafonía que no se entendía bien y a la que no prestamos mucha atención tampoco. Hasta que nos dio por mirar el reloj y nos dimos cuenta de que eran las once, que habíamos tenido suerte pues en breve cerraría el metro y llegamos por los pelos, a coger el últim...