¡DESPIERTA! Al entrar en el edificio siento una sensación rara. A pesar de que acudí de lunes a viernes durante cuatro años, no lo reconozco. Como si nunca hubiera estado en él, y sin embargo sé que es el mío, el instituto donde estudié. He faltado demasiado tiempo. Un tiempo estancado, que no avanza. Quizás un trimestre, quizá mucho más, si lo mido en tiempo imaginario. Me acerco para ver cómo puedo remediar mis ausencias y ponerme al día. Aunque la carga que siento sobre mis hombros me anuncia que han sido excesivas y no podré hacerlo. Me preocupan todas las clases, pero sobre todo las de Química . Me asustan los apuntes que hojeo. Cuadernos llenos de unos esquemas gráficos que me parecen arácnidos extraños. No entiendo nada de átomos y moléculas. Ni siquiera me interesan. Soy de Letras. ¿Qué voy a hacer? ¡Es el instituto! ¡Tengo que acabarlo como sea o no podré seguir con mi vida conocida! ...
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Mostrando entradas de agosto, 2025
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EL CORAZÓN DE MI PADRE PALPITA EN EL JARRÓN DEL PATIO Mi padre murió cuando yo tenía siete años. El mar, sin avisar, nos lo arrebató. Desde que tengo memoria, el mar está en mi vida. Siempre sentí su irresistible llamada. En el colegio era muy aplicada. Fui lectora precoz. Solo quería cuentos y libros de aventuras de barcos y marineros. Mi padre decía que mis ojos, de un azul transparente, cambiaban de tono para ajustarse a las escenas del texto que leía. En verano, mi abuelo al llegar a puerto, después de la faena, me esperaba para clasificar juntos, por especie y por talla, lo que había pescado: sardinas, boquerones, jureles, caballas... Primero fue mi padre quien se encargó de sacarme a navegar. Desde que faltó fue mi abuelo quien —cuando la flota de La Bajadilla permanecía amarrada, y el mar se hallaba en calma— buscaba un hueco en su tiempo de descanso para subirme a su pequeña embarcación de madera, siempre como recién pintada de blanco y azul, con ...
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TROZO A TROZO Me pregunto si vosotros os asomáis también a los muros, persiguiendo, por el irrefrenable deseo de saber, al nervioso conejo obsesionado con el tiempo. Era parada obligada, pero breve, a la salida del colegio. Por la tarde, teníamos que volver a clase. Nos cogía de paso. Una obra de fácil acceso a la que nos gustaba entrar para escarbar y encontrar —entre los escombros— lo que mi amiga Isa y yo llamábamos tesoros y recogíamos con sumo cuidado. Imbuidas por el programa de televisión, Misión rescate , concurso educativo y arqueológico dirigido a los escolares de la década de los sesenta, cuando empezó. En él, veíamos a niñas como nosotras buscando y recuperando piezas arqueológicas que habían encontrado en sus pueblos o ciudades. A falta de piezas artísticas, nosotras celebrábamos cualquier pedacito de azulejo —de cocina o de cuarto de baño— que, entre montones de tierra, cascotes de ladrillos y escombros, encontrábamos, si teníamos suerte, en nuestra sing...
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AGITAR ANTES DE USAR Loción oleoacuosa bifásica. Con lo fácil que lo tenían nuestras madres cuando llegaban a la droguería y pedían al hijo del droguero: «Niño, dame una caja de Nivea», además del champú con aroma de fresa, vainilla, huevo o brea, la pastilla de jabón Lagarto, el detergente en jabón redondo Flota, y el aroma de mi hogar: el Heno de Pravia. Aparte, unos rollos de papel higiénico de El Elefante. Un papel infinito —sin precortar—, de color marrón y textura tiesa, antimoldeable y nada absorbente que, una vez usado, se echaba en el interior de una papelera de malla metálica, parecida a la malla gallinera, en cuanto al calibre de sus agujeros se refiere. Tirar de la cadena no lo deshacía. Vamos, bastante parecido a lo que debió ser usar las páginas de periódicos partidas y trinchadas en un gancho de alambre colgado de un clavo en la pared algo desconchada del cuarto de baño. Siete vocal...
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REBAJAS Advertencia. Lo que vas a leer podría alterar la sensibilidad de las personas que llevan una conducta intachable… o al menos eso creen. Si decides seguir adelante, es bajo tu propia responsabilidad. Después no digas que no te lo advertí (con cariño, eso sí). ¿Alguna vez has peleado con otra chica —como en las películas— por conseguir llevarte la misma prenda de ropa en las rebajas? Hoy no puedo ir a nadar a la piscina antes de comer. La moto de mi marido —su vehículo habitual de desplazamiento— está en el taller para su revisión anual. Necesita que lo lleve y lo recoja del trabajo en coche. No quiero salir precipitada del club, a la carrera, con los pelos mojados y el cuerpo engrasado por la protección solar para ir a buscarlo. Volveré a nadar ma...
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UN SACO DE COMPLEJOS Soy rara, extraña. No sé montar en bicicleta. Nunca aprendí. Durante años, solo pensar que alguien descubriera mi inexistente habilidad o que yo misma tuviera que reconocerla en voz alta, me llenaba el rostro de calor y rubor. Bajaba la mirada mientras una oleada de vergüenza subía a lo largo de mi delgado cuerpo. Me acomplejaba. Uno más para echar en el interior de ese pequeño saco de confusiones. Un trenzado de nudos difíciles de deshacer y aún más difíciles de entender para mi mente infantil, siendo entonces todo lo que yo era. Terreno abonado para mis tempranas cicatrices causadas por el impulso de pellizcar de manera continuada las postillas que generaban las caídas de la infancia. Todo un patito feo. Esa sensación me duró hasta hace poco. Estamos hechos de la suma de muchas capas, como las muñecas rusas. Somos el conjunto de secretos y sueños que hemos ido cobijand...
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REFLEJANDO —¿Hay candela? —No hay candela —repetíamos agitadas ante la hiperactiva mirada de la participante que la quedaba en el centro cuando jugábamos a Las cuatro esquinas, en la Plaza del Socorro, en el espacio de arriba, custodiadas por su céntrica fuente. Subíamos y bajábamos, escalando o resbalando por la corta balaustrada de piedra con forma de pendiente que usábamos de tobogán, rematada en la punta por una bola que hacía las veces de asiento o casa, durante el juego. Caliente en verano y fría en invierno. De ello daban buena cuenta nuestras nalgas y piernas cuando llevábamos falda. Húmeda cuando nos sorprendía jugando la lluvia, pretendiendo apagar nuestras candelas. Tras un mes de vacaciones, alejada de la casa que me ha acercado a sus esquinas adultas junto al mar, imagino a cada una sentada sobre su bola de piedra, ocupando su puesto: las cuatro amigas, a falta de nuestro habitual encuentro. Pero, desde nuestras atalayas, seguimos conectadas,...