“¡MARDITO ROEDORE…!” En la pantalla temblorosa de una tele en blanco y negro, suena el timbre de un teléfono de dibujitos. —¡ Jello , habla Jinks! —dice el gato resalao, estirándose presumido. Se mira la garra izquierda, vuelta hacia arriba, como si fuera un espejo. —El secreto de mi éxito… mi siesta gatuna especial, y ná más. Cuando despierto, este hijo de mare gitana acaba con to lo ratone. Al fondo de la escena, desde el interior de un cubo metálico de basura, un par de ratoncillos se asoma y escucha. —¿Tú sabes una cosa, Pixie? —susurra Dixie—, yo creo que el gato bigotón no va a volver a dormir su siesta gatuna especial. —Los dos se echan a reír, con los hombros subiendo y bajando como si fueran resortes. Aquella escena del gato fanfarrón y los ratoncillos tramando su próxima travesura era parte de mis tardes de infancia; basta con recordar el grito de: “¡Mardito roedore!” para volver ...