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Mostrando entradas de agosto, 2024
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REINICIAR El lienzo de estío, desteñido, matiza el destello de sus cegadores espejos. Hatos de algodón barren la elevada llanura. Tierra adentro sobrevuelan nostálgicas sombras. Las sombrillas coloridas sobre el alfombrado sílice, con sus tutús ondeantes menguan al compás de la luna. Vientos de cambio despiden a los caducos forasteros. Sus lágrimas mueren ocultas entre cascabeles en la rizada orilla. La duna impaciente, aguarda el retorno de la intimidad para ver cumplida la promesa del abrazo con el Señor del mar. Afligidos, los latidos no consiguen evitar el inminente abandono. El alma embellecida por diminutas tesalas de exquisitas historias cotidianas que ya no volverán, suspira por las nuevas que en el próximo estío, aún más distinguidas, brotarán. María José Aguayo
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LUNA DE AGOSTO   —Descansa confiado mi amor, yo velaré tus sueños.  Resplandeciente, bañada con el último aliento de luz de su amado, vestida de rosa, renace hermosa mientras él, sin rozarla, al otro extremo del horizonte desfallece.    Cuando al fin ve que se rinden sus ojos, con un arrullo, le arropa con el templado lienzo. Con delicadeza de amante, como un embozo, estira la acuosa sábana con entorchados de espuma salada.    Así transcurre su embrujada historia de amor desde el inicio de los tiempos. Ella desfallecerá cuando él resurja. Está escrito. El hechizo no se romperá. Su imposible encuentro se prolongará por siempre, hasta la eternidad.   María José Aguayo
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Op. 56 intempesta núm. 25, PALO ROSA   Detrás del portón negro como el abismo profundo, una libélula abducida por el brillo de la luz de la lámpara del porche pende confiada de su filo en actitud contemplativa.   Es medianoche cuando me poso tumbada bocarriba en el jardín a escuchar la llamada de un susurro, a contemplar la belleza esférica del gran parasol, del verde imperceptible de su copa sobre el azul oscuro, agitada como una enorme ola que, en vano, intenta romper en la orilla, a no perder de vista la ceremoniosa danza de sus ramas.   Con su kimono de estío viene a visitarme una de las cuatro damas. Atrás quedó la primavera cuando terminó de llorar todas sus flores amariposadas alfombrando de amarillo el gris asfalto. La filigrana del pespunte continúa el bordado de su sedoso paño sin dejar escapar una sola hoja de diferentes tonos verdosos por sus dos caras.   Me dejo arrastrar por la belleza del momento. La dama me habla. Ilumina la escena para resaltar mi presencia con
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TERNA   Cuando el último rayo de sol se oculta tras las lomas lejanas, y en el firmamento oscuro se alza giboso, creciente, con más de la mitad de su rostro iluminado, el resplandeciente fragmento de espejo, tres Lupercas se reúnen en la hondonada. Faltan seis días para el plenilunio.   En sus miradas se huele como la sangre de una herida profusa, la inquietud sorda que se cierne sobre este encuentro. Sus lomos encrespados buscan el acomodo apacible de otras reuniones. Profieren aullidos únicos y desligados que portan pesares, danzan un baile de compases disonantes, de notas que chocan entre sí y aun así, alternando giros continuos de tensión, consiguen acompasar la melodía alejadas de la rigidez armónica.   Es la fase perfecta para albergar cambios importantes que reanimarán su veterana alianza. Atentas a sus periódicos ciclos, bajo la fuerza poderosa de su instinto salvaje, resisten al resentimiento, la rivalidad, la competencia. Con la singularidad crecida avanzan desconcertad
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UNA DE ELLAS Era cuestión de tiempo. Las sucesivas olas de calor lo han logrado. Otra noche de bochorno ininterrumpido. Al despertar me noto rara. Siento el calor de la luz del sol sobre mi cuerpo a través de las lamas blancas de los balcones del dormitorio. Limpio mis abultados ojos sin párpados con mi lengua. Boca abajo sin moverme, recorro la habitación con mis nuevas pupilas verticales que me protegen de la luminaria de la mañana.            Bajo arrastrada de la cama sin caerme gracias a las protuberancias adhesivas de mis palmas. Soy la nueva reina de la escalada. Al menos conservo los cinco dedos de cada extremidad. Mi cuerpo se ha aplastado. Me ha salido una cola. A penas mido escasos veinte centímetros. A mi espalda le han salido bultos prominentes y mi piel muerta sin exfoliar, se ha vuelto marrón pardusca, puntiaguda. Sin pelo a la vista. Tengo que pasar desapercibida. Me oculto durante el día en un rincón del interior de la casa esperando para salir cuando llega la noche. 
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ESTADO DE FLUJO Otro final de curso llega. Asoma un nuevo comienzo.   Hikari, camina por estrechas callejuelas de la ciudad de Kioto. Se dirige hacia el valle, a la ribera del río. Ha quedado con sus amigas para celebrar el Hanami “contemplar las flores”, y eso harán, junto a otros muchos habitantes comerán bajo los cerezos en flor. En el aire flota el perfume de las azaleas, glicinas, magnolias y camelias de los parques.   Por el camino observa esparcidos en el cielo los mullidos cúmulos, como enormes palomitas de maíz volcadas de su recipiente de cartón. Darán buena sombra. Hace calor. La temperatura para ser abril es elevada.   Para la ocasión escoge un conjunto casual y cómodo. Vaqueros de cintura alta y pierna ancha, cuando se los puso reparó satisfecha frente al espejo como le alargan las piernas, una camiseta oversized, la parte delantera remetida para que no quede demasiado holgada y unos zuecos planos. Para completar su aspecto informal, un gorro de pescador que a su v
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TEMBLOR Se ha detenido el tiempo, alguien le dio un bocado. Me faltan momentos. Me faltan abrazos. Me faltan juegos en mi cuarto.   Se ha detenido el tiempo, alguien lo ha borrado. Han desaparecido canciones. Han desaparecido nubes, han desaparecido flores, han desaparecido charcos. Han desaparecido temblores de frío, de miedo, de ganas.   Se ha detenido el tiempo, alguien lo ha robado. Se ha llevado voces. Se ha llevado escenarios. Se ha llevado historias contadas.   ¿Quién lo habrá detenido? ¿Dónde habrá metido todo este tiempo que falta? ¿Dónde tendrá oculto el botín despojado?   María José Aguayo   Imagen de terremoto en Emilia, Italia 2012 
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TIEMPO BALA Ideas en barbecho a penas asoman dosificadas. Textos a cuentas gotas de frases cortas y separadas dictadas por un cerebro apagado. Escenas cotidianas proyectadas al ritmo de los astronautas en la luna ingrávida. Pasos polvorientos y pesados de manada de elefantes. Sonidos con sordina. Pájaros escondidos en las ramas. La melodía irreal del timbal de las chicharras. La caída pausada del jazmín en la hierba. El cuchillo de luz penetrante que asesina con premeditación la sombra. El apetito que se estanca. La sed saciada a sorbos secos. El tedioso goteo en el fregadero. El mantel olvidado sobre la mesa.  El recogido de una bandeja que se aplaza. Visillos estancados esperando el alivio de una cálida brisa. Insectos: laboriosas hormigas, desquiciantes mosquitos, abejas con chaquetas amarillas, sucias cucarachas, alguna atolondrada mosca que no sabe cuándo marcharse. Desnudas vestiduras desaliñadas. Peinados desordenados. Posturas abandonadas. Miradas distraídas, brazos caídos, man
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REVUELO Se vuela la cuenta en el platillo del bar detrás de la cometa. Se vuela la melena suelta de la niña en el arcén persiguiendo el vuelo de un pájaro. Se vuela la ropa en el cordel ondeante como las velas de un barco. Se vuela una risa alegre hasta el oído de una madre. Se vuelan las lágrimas tras el alma que parte a ningún lado. Se vuela la espuma blanca de la orilla, enmarañada entre tus tobillos. Se vuelan las notas de una canción para besarte. Se vuela el aroma del prado en el valle en el que te recostaste. Se vuelan las ideas revueltas al país de las musarañas. Se vuelan las huellas de las decisiones tomadas. Se vuelan las caricias sobre una piel de seda. Se vuelan los miedos, las sorpresas, los nervios, las carreras. Se vuelan las alianzas, las traiciones, las revoluciones. Se vuelan los quebrantos de payos y tarantos. Se vuelan las anclas de los sueños no alcanzados. Se vuelan los primeros pasos, las primeras palabras, los últimos abrazos. Se vuela menguant
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CANCELACIÓN DE RUIDOS Necesito desactivar el modo sonido ambiente, Cancelar el ruido. Subir el volumen del silencio. Quiero escuchar:   Mis anhelos infantiles La petición que encierra su mirada Los cascabeles de las risas La lluvia atrapada en las lágrimas Las monedas de mis padres en el bolsillo El batir de alas de mis ausencias El abrir de las ventanas Los gritos mudos del amor El arrepentimiento del perdón Los sigilosos pasos del miedo que se aleja El cosquilleo contagioso de la ilusión El centrifugado de la rabia en mi barriga La culpa de mi conciencia La confusión de mi desorden La caída de las ganas La magia de lo desconocido La dorada cosecha de la gratitud   Necesito subir el volumen del silencio, quiero escuchar lo que siento.   María José Aguayo   Olga pensativa (Olga pensive) Pablo Picasso
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MATACANDELAS A la hora en la que la soledad araña el cielo de estío, se apodera de ti la monomanía ancestral de prender fuego. Salamanquesas asustadizas reptan veloces las apagadas paredes al chiscar de las largas cerillas con las que inflamas sus pabilos. Enciendes velas. Inmersa en la danza ondeante de sus llamas, oculta bajo su débil luz, sin pudor, recorres en tu mente desvíos sinuosos detrás de tus quimeras. Como una invocación cotidiana atrapas pensamientos antaño prohibidos, hoy como la necesidad inevitables.   Al final del recorrido, el matacandelas ciega las lumbres con su oscuridad. Desvanecida la fascinación del trayecto, te adentras en casa. En el jardín, tras de ti, débiles columnas de humo ascendente delatan los restos de deseos ocultos liberados fugazmente.   María José Aguayo